La Magia del Fideicomiso
Autora: Karla Guerra
¿Sabías que en la Antigua Roma se utilizaba el Fideicomiso para fines testamentarios? De esa cuenta, una persona dejaba previsto que el conjunto de sus bienes fuera administrado en favor de su familia por alguien de su confianza (el fiduciario) al momento de su muerte.
En Guatemala, a principios del siglo XX el uso del fideicomiso estaba prohibido expresamente, en contraposición con lo que sucedía en otros países de Latinoamérica, como por ejemplo México, que ya lo utilizaba activamente y eso explica el desarrollo tan avanzado del fideicomiso en el vecino país. Más adelante, en el año 1945 fue autorizado el uso del fideicomiso en Guatemala, pero únicamente para temas vinculados a la disposición de bienes para después de la muerte.
No obstante, en el año 1970, con la promulgación del Código Comercio se estableció el fideicomiso como un contrato mercantil. Hoy por hoy, algunos bancos y financieras del sistema lo ofrecen dentro de su portafolio de productos, y no únicamente como un mecanismo de planeación patrimonial, sino que para diversas finalidades de administración, garantía e inversión.
El fideicomiso es una herramienta eficiente para la administración de bienes en general, así como para garantizar obligaciones, y también para realizar inversiones. La experiencia en Latinoamérica, incluida Guatemala ha demostrado que la versatilidad de la figura se presta para un sinfín de utilidades prácticas.
La magia de la figura descansa en que se genera un patrimonio destinado al cumplimiento de fines, administrado por un gestor profesional contractualmente obligado a la realización de determinadas actividades encaminadas a que los fines establecidos se cumplan.
Así las cosas, el fideicomiso se convierte en ese vehículo que hace posible que se cumpla con un propósito exclusivo. Alguien muy versado en el tema dijo “todo cabe en un fideicomiso sabiéndolo acomodar”; y sí, el tiempo le ha dado la razón. También dicen los mexicanos que el único límite es la imaginación, y es cierto, pero esto debe ir de la mano con una asesoría profesional que asegure que la estructura fiduciaria está adecuadamente diseñada, y que permita que se cumpla con la finalidad prevista.
El fideicomiso es un traje a la medida de las necesidades del cliente, y con esa visión el profesional a cargo debe diseñarlo con las características requeridas, para que la figura cumpla con la misión de servir a los fines previstos.
Recuerda, el límite es la imaginación, pero el acompañamiento profesional es un elemento clave en el diseño del fideicomiso que se necesita.